domingo, 25 de julio de 2010

CAPITULO 2

El Sr. Bennet estuvo entre los primeros que fueron a esperar la llegada del Sr. Bingley. Siempre tuvo la intención de hacerlo, visitarle, pero consideraba más deportivo darle a su esposa uno o dos días de malos ratos. En la tarde después de su visita, el Sr. Bennet dio a conocer el evento de la siguiente manera. Observando a su segunda hija empeñada en incrustar el escudo de la familia Bennet en una espada, se le acerco repentinamente, diciendo:
“espero que al Sr. Bingsley le guste, Lizzy”
“No estamos en posición de saber lo que al Sr. Bingley le gusta,.” Dijo su madre de resentidamente, “ya que no somos dignos de su visita.”
“Pero olvidas, Madre,” dijo Elizabeth, “que le conoceremos en el próximo baile.”

La Sra. Bennet se dignó a no hacer ningún comentario al respecto, pero, incapaz de contenerse, la emprendió contra una de sus hijas.
“No sigas tosiendo así, Kitty, ¡por el amor de Dios! ¡Suenas como si te hubieras enfermado!”
“¡Madre! ¡Qué cosa más terrible puedes decir, con tanto zombie que anda suelto por ahi!”, replicó Kitty. “¿Cuándo es el próximo baile, Lizzy?”
“En dos semanas.”
“¡Pues claro!” explotó la madre “y será imposible presentarnos, ya que tampoco debe conocernos. ¡Oh! ¡Como desearía nunca haber escuchado el nombre de Bingley!
“Lamento escuchar eso,” Dijo el Sr. Bennet. “Si lo hubiera sabido esta mañana, Ciertamente no le habría ido a buscar. Es muy desafortunado; pero como ya he brindado mi visita, no podemos evitar la suya ahora.”

El asombro de las niñas era justo lo que había esperado; bueno, a decir verdad, esperaba que el de su esposa las superara; cuando el primer revuelo de regocijo terminó, la Sra. Bennet declaró que eso era justo lo que ella pensaba que pasaría todo este tiempo.
“¡Y pensar que malgasté la mejor parte de dos días sollozando y vomitando! Pero estaba segura que terminaría por persuadirte Sr. Bennet. Sabía que amabas demasiado a tus hijas como para negarte a tal parentesco. ¡Bueno, que dichosa estoy! ¡y que Buena broma! Que te hayas ido esta mañana sin decir nada al respecto hasta ahora.”
“No confundas mi indulgencia con un relajamiento frente a la disciplina,” dijo el Sr. Bennet “las niñas continuarán su entrenamiento como siempre – Bingley o no Bingley.”
“¡Por supuesto!, ¡Por supuesto!” Gritó la Sra. Bennet “¡deben ser tan mortíferas como hasta ahora lo han conseguido!”
“Así que, Kitty, puedes toser como se te dé la gana,” Dijo el Sr. Bennet mientras dejaba la habitación, fatigado por el éxtasis de su esposa y todo el asunto.

“¡Que padre tan excelente el que tienen, niñas!” Dijo ella, tras cerrarse la puerta, “tales gozos son escasos desde que nuestro Señor decidió cerrar las puertas del infierno y condenó a la muerte a caminar entre nosotros. Lydia, mi amor, como tú eres la más joven, me atrevo a decir que el Sr. Bingsley bailará contigo en el próximo baile.”
“¡Oh!” Dijo Lydia con tenacidad, “Eso no me intimida; no solo soy la más joven, además soy la más competente en el arte de tentar al sexo opuesto.”

El resto de la tarde pasó entre conjeturas de cuán pronto el Sr. Bingsley le devolvería la visita al Sr. Bennet y determinando cuando entonces deberían invitarle a cenar.

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